Buena parte de las herramientas, técnicas, tecnologías,
protocolos e infraestructuras con las que la vida cotidiana sucede
(también dentro de las instituciones culturales) está afectada por
un régimen patriarcocolonial y ecocida que reproduce
sistemáticamente extracciones, exclusiones, daños, cánones,
hegemonías y dominaciones. Los legados de las tecnociencias
modernas que están anidados en los dispositivos del presente son
altamente universalizantes, solucionistas, y tóxicos. A través de
los estándares detrás del editor de texto hasta la dependencia de
una noción de internet totalitaria, la cotidianidad sucede de
ciertas maneras, y ciertamente no de otras. Del mismo modo que la
lengua no se acomoda al lenguaje homogeneizante y rígido de las
academias, ¿qué urge desajustar para no ser cómplices ese "uso" de
las materialidades más inmediatas en términos tecnocoloniales, sin
caer ni en la culpa individualizante ni en el victimismo
inmovilizante? O por planteárnoslo afirmativamente: ¿de qué
imaginaciones técnicas cabe dotarse un equipo de trabajo de forma
vernácula, balbuceante y transformadora?
[hoy: una sesión de formación con el equipo de programas del MACBA, para abrir melones y afinar preguntas juntxs...]
12.2.20
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