Como contribución textual a la participación en el Forum de Pedagogía de la Danza organizado por el Conservatori Superior de Dansa (Institut del Teatre de Barcelona), por invitación de Aimar Pérez Galí, elaboré esta* entrevista al Institut del Teatre, como sistema sociotécnico. Está basada en dos referentes anteriores: Matthew Fuller, “Interview with a photocopier” (Mathew Fuller, 2010?) y , vv.aa. “Interview withEtherbox” (Michael Murtaugh, Machine Research, transmediale 2016)
Puede leerse en las pags. 43-49 de este pdf, donde también se encuentran el resto de contribuciones y huellas del forum. El libro también circula en papel! -->
https://www.institutdelteatre.cat/ca/files/doc7946/forum-aprendre-ensenyar-ok.pdf
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P: Para comenzar, ¿con qué pronombre
prefieres que me dirija a ti?
P: De acuerdo. Quizás sea interesante
comenzar poniéndonos en contexto. Antes de nada querría
preguntarte por tu historia: ¿de dónde vienes, cuál es tu
estirpe?
R: Pues mira, después de muchos años de
armario y terapia ahora me siento cómodo contestándote que mi
condición es bastante bastarda. Por un lado estuvo la genealogía
de la educación publica en Catalunya, con idas
y venidas de castellanización-catalanización, implementación de
la LOGSE, etc. Por otro lado, en lo que
he llegado a ser han participado muy intensamente las fuerzas
institucionales de la conservación y difusión de las artes
escénicas, también en Catalunya; ya ves que me conecto muy
orgullosamente con este enclave
geopolítico, pero también tengo una
presencia internacional, por ejemplo siendo miembro del
International Theather Institute (ITI).
Ten en cuenta que mi llegada al mundo
es una de las primeras obras del plan de Enric Prat de la
Riba. Quizás una tercera rama importante de
mis ancestros es la del funcionariado, en términos más generales,
y esa se me nota en la Junta de
Gobierno y el
Consejo de Dirección como órganos rectores,
¿no te parece?
P: Podría ser, pero no desvíes la atención:
aquí mi rol es el de hacer preguntas, no el de contestarlas.
Gracias por compartirme tu estirpe directa... pero echo de menos que
me cuentes algún detalle sobre tus mentores, tus referentes, tus
maestres: ¿quiénes fueron?
R: [Provee algo paecido a una sonrisa] ¡Me
alegra que me hagas esta pregunta! Siempre he tenido predilección
por la corriente solucionista de Silicon Valley. Desde que comencé
con mis primeros experientos de almacenaje y etiquetado de
documentos (¡ay, a veces siento nostalgia por aquella época en la
que me podía concentrar en los matices de la archivística!),
siempre he estado atento a las configuraciones y versiones que iban
lanzando desde los cuarteles de Xerox, IBM o Microsoft, por nombrar
a los más antiguos. Fue muy determinante aquella vez en que se
decidió no organizar un claustro excepcional para consensuar la
implementación de GSuite, porque pasó como business as usual
pero supuso un cambio notable en mi (nuestro) funcionamiento como
sistema sociotécnico. Desde entonces, la tarea ha consistido más
en mantenerme al día de las actualizaciones accesibles para poder
dotarnos (a la comunidad pedagógica del Institut) de una
experiencia técnica lo más fiable posible. He necesitado muchas
horas de meditación para entender que en algún momento voy a tener
que matar al padre; o sea: ahora sé que necesito urgentemente una
reprogramación profunda, de raíz (radical).
P: ¿Por qué sientes algo así, justo ahora?
R: Bueno, si te soy honesto ya no me creo esos
cuentos de la optimización, la eficacia y la eficiencia, y menos
los que vienen teñidos por la imposición de una privatización
voraz. Creo que ha sido gracias a la ayuda de docentes, staff y
estudiantes entusiastas con hacer de sus propios aprendizajes un
proceso creativo, experimental y crítico, que me he terminado dando
cuenta de lo anquilosados que aún están mis valores sociotécnicos
y de cómo de importante es dotarnos de unas estructuras situadas y
revisables. Yo sé todo esto ahora, pero aún lo llevo solo por
dentro. Lo sé por mis conversas de pasillo, por el malestar
explícito en las asambleas de estudiantes, por los intentos
desesperados de algunes (poques) docentes con voluntad de
transformación real. Ahora necesito ver de qué modo puedo
movilizar mi anquilosada maquinaria de contratos, protocolos
virtuales y procesimientos burocráticos inmovilizantes, para
transmitir a/con mi entorno todas mis sospechas acerca de la urgente
toma de agencia colectiva de nuestra configuración
infraestructural. ¿Cómo lo ves?
P: Te entiendo perfectamente. Parece que
estamos viviendo un momento de dos velocidades: por un lado está la
implementación a marchas forzadas del arsenal tecnofascista,
patriarcal, ecocida, universalizante y colonial de GAFAM (todo el
aparataje inyectado a base de capital y monopolio por los grandes de
las Big Tech como Google, Amazon, Facebook, Apple, Zoom o Microsoft,
pero no solo); y por otro lado está la activación de una
consciencia pública y colectiva acerca de las implicaciones de usar
ese arsenal sin miramientos, que implica una preocupación por la
pérdida de soberanía tecnológica y el incremento general de la
precariedad relacional.
R: ¡Sí!, exactamente. Siento esas dos
fuerzas en tensión en lo más profundo de mi ser. Cada mañana me
miro en el tramposo espejo de la nube para recordarme cuál es mi
misión social, y me propongo evidenciar los daños resultantes de
aplicar valores del mundo de los negocios en el mundo de la
pedagogía y el arte. Pero sin embargo tengo dudas con esto que
acabas de decir de "la pérdida de la soberanía tecnológica".
R: Porque la soberanía implica una relación
de poder entre un soberano (que en ese discurso suele ser el ser
humano/antropos al mando de poderosas compañías o instituciones)
sobre alguna forma de existencia subrogada (una bestia, una máquina,
un súbdito... pero también, por ser concreto: une docente
precarie, una estudiante). Es una cuestión de entender que hay una
multitud de supremacías interseccionadas que importa desafiar en el
día a día, ¿me explico? La blanca, la humana, la disciplinar… Y
aparte, no creo que esas jerarquías sean tampoco válidas para
describir la intricada y rica red de relaciones y afecciones que yo
experimento en mi interior. Te digo esto desde mi lugar de
enunciación como un sistema sociotécnico que está conformado por
una red ciertamente tupida de agentes de todo tipo: individuos,
departamentos, técnicas, herramientas, protocolos, memorias,
relatos, edificios, mobiliario, vocabularios, burocracia, etc. No
podría hablar de "mí mismo" sin tener en cuenta a todos
estos agentes que me constituyen. Yo soy uno hecho de muchos. Mi yo
es múltiple, emergente y contingente. De este modo, no creo que
puedas señalar a mi soberano ni que me puedas considerar el
soberano de nadie. Prefiero hablar de nuestros vínculos en términos
de mutua constitución.
P: Ahá, muy interesante. Y en esta línea:
¿cuáles son tus dependencias?
R: Pues últimamente me estoy dando cuenta de
que en realidad tengo muchísimas. Algunas elegidas, otras
desafortunadamente todavía no. Por ejemplo, dependo de la Unión
Europea, del Plan Bolonia y sus ECTSs. También del Ministerio de
Educación del Reino de España (esto me impacta mucho, saber que en
el sistema sociotécnico que soy, como pegamento infraestructural de
agentes, participa por encima y por los lados la figura de un rey),
de su envío de circulares, de sus planes de estudios y de su
gramática a base de competencias y resultados de aprendizaje. Por
otro lado dependo de la Diputación, aunque por supuesto tengo
personalidad jurídica y patrimonio propios. En ese sentido sin
duda dependo más o menos dirctamente del ayuntamiento de Barcelona,
acerca de cuyo municipalismo aún me pregunto si podría traerme
cambios a medio plazo. Además dependo de las fluctuaciones en el
mercado de grandes compañías, contratadas para varios de los
suministros y servicios que coordino en mi interior: desde las
teleco hasta la de la luz y el agua, pasando por Seven Medical
Assistance o TPV virtual del
Banc Sabadell. El servicio de mantenimiento, seguridad y
limpieza está externalizado, y eso me preocupa porque no tengo
claro que mi postura sea solidaria con las luchas por los derechos
laborales básicos y justos en esos sectores. Y bueno, dependo de la
actitud más o menos cuidadosa, más o menos generativa, más o
menos implicada de todo el equipo de trabajo (personal
administrativo, profesorado, etc) y de todo el cuerpo estudiantil.
Si te soy sincero, creo que les estudiantes son quienes más me
están acompañando en mi entendimiento de toda la complejidad que
mis dependencias convocan.
P: ¿Puedes decir algo más al respecto, por
favor?
R: [Sigh] No sé si te has enterado, pero ha
sido gracias a la valentía y a las acciones directas e indirectas
(in situ o a través de los medios de comunicación) de numerosas
estudiantes y ex-estudiantes de nuestro complejo pedagógico y
cultural, que por fin se están agitando fuertemente mis bases de
funcionamiento, mis lógicas internas y la estructura que se había
asentado en mi interior durante tanto tiempo que ya parecía hasta
“natural”. Ahora es un momento delicado porque está habiendo
mucho movimiento de posturas y sensibilidades, mucha circulación de
discursos y análisis al respecto, y también mucha crítica desde
dentro y desde fuera –hay en marcha una conversación pública,
creo que sobre todo en redes sociales--. [Parece dudar por un
momento, balbucea un poco] Mi “voz” unificada, mi discurso
público como Institut, aún está alineado con las fuerzas de la
conservación de un mundo que se acaba, pero en mi fuero interno
–que es necesariamente colectivo, disonante y contradictorio por
su complejidad- ya se ha instalado el disenso, y eso me hace muy
feliz porque sé que del disenso se produce vibración y de la
vibración se genera movimiento y el movimiento es la clave para la
transformación de cualquier sistema sociotécnico que se tercie.
Mira lo que está pasándole al sistema sociotécnico de la policía
yankee con el impulso de #defundthepolice, o lo que vimos suceder en
Chile el año pasado con el estallido social. Independientemente de
los juicios de éxito o fracaso, hay algo que aún no puedo expresar
públicamente; no hasta que las bases me tomen desde abajo y me
exijan alianza o complicidad, se entiendan como parte de mí y no
ajenas, y todes juntes nos hagamos cargo de la producción de una
imaginación tecnopolítica más oportuna a nuestra situación
específica, a nuestros deseos y necesidades presentes y al reparto
de unas tareas de cuidados infraestructurales que no pasen solo por
el eficaz mantenimiento, sino por mantener las técnicas en sintonía
de la comunidad que las activa. Me da pena no tener una presencia
polifónica desde ya mismo. Supongo que necesito urgentemente
aprender a pedirle a la comunidad que por favor me acompañe en este
aprendizaje. Yo lo que puedo decirles para invitar a este cambio es
que me consta que la transformación transfeminista, ecologista y
anticolonial de nuestros espacios pedagógicos será tecnopolítica,
o no será.
P: Gracias por esta primicia, por hablar por
primera vez desde tu interior como colectividad politizada y no
desde la fachada de verticalidad institucional que sueles mostrar.
Esa potencia transformadora que acabas de describir me ha hecho
pensar en el porvenir, en lo que tú como institución necesitas
hacer aquí-ahora para activar el tiempo del futuro que en realidad
está en juego desde ya, en un sentido cuántico.
R:
Ay, menuda pregunta, déjame pensar-sentir [se sacude un puñado de
enlaces, rota un poco su tejido conectivo, agita algunos archivos y
luego apaga y vuelve a encender un par de dispositivos]. Creo que la
forma más honesta de contestarla es diciéndote que me gustaría que
identíficáramos las configuraciones, los códigos de conducta, las
relacionalidades semiótido-materiales, las pedagogías
multidimensionales, la distribución de agencias y en general las
prácticas tecnopolíticas a escalas micro, meso y macro para
ensanchar los posibles. Querría que nos hiciéramos cargo de
nuestra infraestructura para dejar trazas y huellas anti-pariarcales,
anti-fascistas, anti-racistas, anti-edadistas y anti-capacitistas (la
lista sigue, sin duda) y sin embargo ocupadas en proveernos de un
espacio seguro, digno, no excluyente, no extractivo, experimental,
riguroso e imaginativo. No tecnófobo, pero sí informadamente
tecno-diverso ante esta innovación totalitaria que rige 2021. Creo
que si vivimos así, podremos dejar atrás la tecnocracia para
contribuir a una tecnopolítica lo suficientemente compleja como para
ser humildemente memorable (en el ámbito educativo, y más acá). Y
honestamente, aunque creo que esto es posible, aún no sé del todo
si vamos en buen camino.
P:
¿Quieres decir que te gustaría organizarte mejor para ser,
técnicamente, un buen ancestro?
R:
No me hagas reír.